domingo, 14 de noviembre de 2010


Es lo último que me dices antes de desaparecer. Me encanta hacerte rabiar. Es uno de mis grandes placeres y realmente lo gozo. Tienes algo que hace que me hierva la sangre en las venas y que mi corazón muerto recobre la vida. Eres especial y te lo demostraré. Sólo espero no cometer ningún error al ser sincero contigo pero quizá sea eso lo que me falta, hablar contigo de una vez por todas.
Hace ya casi tres horas que estoy sentado intentando encontrar las palabras exactas que describan lo que me haces sentir. Pero soy complicado y no estoy seguro de poder sentir esto. ¿Pero qué demonios digo? ¡Pues claro que te quiero! Y no tienes ni idea de cuanto. Creo que tengo miedo y es irónico que yo lo tenga. Pero es miedo de perderte y que te alejes de mí. Está decidido, no esperaré más.
Camino hacia ti y hago un reconocimiento visual hasta dar exactamente contigo. Tu cuerpo descansa sobre el gran sofá que se encuentra frente a la chimenea. Te has quedado dormida mientras leías un libro que está a punto de resbalar de tus manos. Antes de que caiga, lo tomo con sumo cuidado para no despertarte antes de que toque el suelo y el golpe te haga volver del mundo de los sueños impidiéndome seguir mirándote.
Respiras acompasadamente mientras siento como tú corazón late pausadamente. Estás realmente dormida y totalmente relajada. Eso me asegura poder estar aquí un buen rato.
Me fijo en tu rostro, de rasgos finos y delicados, pareces todavía una niña pequeña. Hermosa como siempre. Tu cuello está expuesto a mí y es toda una tentación que debo evitar.
Vuelvo a mirarte y siento como el deseo se apodera de mí. Me acerco para poder oler tu cuello que desprende un intenso aroma a azahar que consigue embriagarme por completo.
-Susurro muy bajito, si tan solo supieras cuanto te quiero-. Es irónico que el cazador se enamore de su presa pero lo he hecho. Te busco cada noche solo para poder encontrar mi paz en ti. Eres quien hace que los vestigios de mi humanidad, los que aún conservo, salgan al exterior. Dios te ha puesto en mi camino y no sé si es para torturarme más por mis pecados o porque ha querido darme una segunda oportunidad.
Me acerco a tus labios pues ya no puedo más. Sólo quiero rozarlos, besarlos, ser el primero que lo haga. Me sorprendo al notar que me devuelves el beso y no sé si todavía estás dormida o por alguna razón divina estás despierta y te estás dejando llevar por lo que sientes.
Muy a mi pesar pongo fin a nuestro beso porque tengo que mirarte. Abro mis ojos y me encuentro con los tuyos mirándome intensamente. Estás sonrojada.
-Siempre he sido, soy y seré sincero contigo- te digo. Necesito que me respondas algo ya porque no sé que hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario